Una educación para una sociedad justa e igualitaria desde el Cardenal Silva Henríquez

A 26 años de su pascua

Una educación para una sociedad justa e igualitaria desde el Cardenal Silva Henríquez

Llevar la educación a contextos tan diferentes y adversos como una cárcel, implica concebirla como un derecho humano elemental, y como una herramienta para la justicia y transformación social propiciando espacios educativos sin exclusión basados en el amor, el respeto y la valoración por el otro, como dijese el Cardenal Silva Henríquez, para construir un país más justo, “necesitamos crecer en el amor. El amor no es utopía, no es ingenuidad, no es inferioridad” (Homilía Te Deum, 1976) es aprender a ver al otro como un verdadero y legítimo otro humanizando aquellos espacios teñidos de precariedad.

Lunes 14 de Abril de 2025
Las personas privadas de libertad (PPL) per se están en una situación de desventaja pues en el sistema carcelario, se pierde la identidad, el vínculo, los cariños y no sólo el libre tránsito, por ello, quienes se encuentran presas y presos, deben buscar nuevas formas de reinventarse, de remirarse, validarse y de sobrevivir en el encierro, por tal razón, muchas/os personas que están en el encierro, visualizan el sistema educativo como un espacio protegido que permite la re-invención, re-vinculación y la dignificación, al tener nuevamente un trato como sujetos y sujetas de derecho, escuchar resonar sus nombres en el rol de estudiantes y sentirse parte de un microespacio en donde son valoradas/os, respetadas/os y animadas/os a adquirir habilidades instrumentales básicas para sumarse como parte del entramado social cuando recuperen su libertad.

Pero, por otra parte, el trabajo que realizan las/los profesionales en formación de la Carrera de Pedagogía en Educación Diferencial de la Universidad Católica Silva Henríquez dentro de las escuelas al interior de recintos penitenciarios y centros de internación, muchas veces se cuestiona por el contrasentido mediático que ello implica pues tener como alumnos/as a quienes infringieron de ley, o vulneraron los derechos de otros, o rompieron las estructuras sociales instaladas en el país, genera resistencia por parte de la sociedad, y también de sus familias ya que el ingreso a una prisión, siempre genera inseguridad y temor. Frente a estas complejidades, las y los estudiantes de la carrera, asumen el sello esperanzador del Cardenal Silva Henríquez y logran revertir estos sentimientos, desplegando su vocación de servicio para contribuir en la formación de quienes fueron postergados y excluidos en el medio libre, y que sólo en este espacio de castigo, han logrado acceder a la educación.

En este sentido, es importante “ponerse en el lugar del otro”, pensar más allá del delito y trascender para mirar a la persona que está en el encierro, pues siguen siendo sujetos y sujetas de derecho que viven la pérdida de su libertad, la que además conlleva, alejarse del núcleo familiar, vincular, de la vida social y de la posibilidad de avanzar y tomar decisiones en torno a sus propias vidas, transformándose en personas excluidas, que viven la miseria y la pobreza expresada sensiblemente por el Cardenal Silva Henríquez “me ha conmovido el dolor y miseria que viven tantos hermanos míos de esta tierra” en su Testamento Espiritual (1999, p.12), quien con sus mensajes, nos desafía en que nuestra vocación de educadores/as y docentes, impacte en la eliminación de la segregación y en la búsqueda de la justicia para todos y todas, concebir que la educación, puede transformar la historia de quienes por distintas razones, se alejaron de la vida social esperada.

En las y los estudiantes de Educación Diferencial que acceden a estos espacios educativos adversos, existe el convencimiento, que la educación debe estar al servicio de adolescentes, jóvenes y adultos/as privados de libertad, pues es en ellos en donde se vislumbran grandes necesidades no solo asociadas al aprendizaje académico, sino que también relacionadas con aportar a un cambio en dicho espacio, entregar esperanzas, ampliar las expectativas y recobrar la confianza en cada uno de ellos como personas, como señala Rangel, (2013), es posible que la educación sea la herramienta más eficaz para humanizar las cárceles y combatir la violencia, con el fin único e irrenunciable, de modificar esa realidad, ya que la mayoría de las veces es el resultado de barreras sociales o culturales mucho más fuertes e infranqueables para algunos y cuya base debiera ser el amor y la confianza mutua, tal y como lo planteara en diferentes épocas y momentos históricos el Cardenal Silva Henríquez, pues si no se cree y no se tiene fe en el otro, en que puede cambiar, avanzar y prosperar, no se logra el fin transformador de la educación, “Cada ciudadano debe dar lo mejor de si para que Chile no pierda su vocación de justicia y libertad” (Testamento Espiritual Cardenal Silva Henríquez, 1999, p.12)


Por Ethel Kathleen Del Carmen Trengove Thiele
Académica Educación diferencial UCSH


Fuente: Pastoral UCSH
Santiago, 14-04-2025